sábado, 9 de abril de 2011

Por fin en casa

No es desagradable estar en la ciudad. Al poco de  ingresar en ella vivencio un rápido proceso de adecuación: y sustituyo el "tempo" de mi pueblo, contemplativo, sereno, reflexivo, por un "hacer", un "materializar", un "ver a", un..... un rápido movimiento que me invade y ya no me dejará hasta  un día después de  abandonar la ciudad....
Me viene a la memoria Basili, que por circunstancias familiares durante un año debíó abandonar la cueva de Montserrat donde vivía para bajar a la ciudad. Me comentaba que la "toxicidad" mental que le provocaba esa inmersión urbana -llegaba a ella el domingo, trabajaba el lunes y el martes regresaba a su cueva- no le abandonaba hasta el miércoles o incluso el jueves, y eso  teniendo en cuenta que era un maestro zen. Siempre pensé que exageraba, que en realidad estaba enjuiciando la forma de vida de la ciudad y lo explicaba de esa forma tangencial para no ser crítico.  Para nada.... a mi,  dos días de ciudad me exigen uno de reposo absoluto -cual enfermedad- para volver a recuperar el espacio interior donde vuelva a un ritmo de trabajo personal y poder desechar el  frenético,  impersonal que obliga la urbe....
¿Será pues cierto que las ciudades son anti higiénicas? Será, será.....
El sol esta mañana me ha despertado temprano, y el campanario me avisaba entre las últimas imágenes del sueño que ya empezaba el dia. Con suavidad pero con fortaleza, como esa carta del tarot, tan femenina y sin embargo tan poderosa.
Me ha costado unas cuantas horas acercarme a la mesa y empezar una nota.... Dejo pendiente para mas tarde unas ideas que fueron apareciendo mientras el tren me llevaba a Barcelona. La vuelta a casa nunca me regala ese "movimiento" mental natural. Es un tempo acunado donde constatar el cansancio.










Y sin embargo, inmersos en los ritmos urbanos, que "hermoso" es moverse en esa "fuerte corriente". Navegar entre sus rápidas aguas.... 







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