….El
propósito del arte dhármico es trascender la agresión. Según la tradición
budista del Vajrayana, no es posible funcionar bien si la mente está preocupada
por la agresión. En cambio, una mente preocupada por la pasión sí ofrece
posibilidades; de hecho, el talento artístico está relacionado en cierta medida
con la pasión, con un interés intenso por las cualidades misteriosas de las
cosas. La curiosidad es precisamente lo contrario de la agresión. Sentimos
curiosidad cuando tenemos ganas de explorar todos los rincones de una situación
y descubrir las posibilidades que esta ofrece. Es tanto lo que nos fascina
nuestra experiencia, lo que vemos y escuchamos, que empezamos a olvidarnos de
la agresión; de inmediato la mente se sosiega, seducida por una pasión mayor
Cuando
uno se siente apasionado, empieza a estar a gusto con el mundo; se siente atraído
por ciertas cosas, lo cual es bueno. Es verdad que la atracción implica también
posesión y un cierto grado de territorialidad, pero esas cosas vienen después.
La pasión pura y simple –sin hielo, sin agua, sin soda- es algo bueno. Se deja
beber, se deja comer; uno puede vivir de ella. Por suerte somos seres
pasionales, por suerte no estamos hechos únicamente de agresión. La pasión es
lo que nos redime, y eso es fantástico. Deberíamos sentirnos agradecidos con la
visión del Sol del Gran Este. Sin pasión, no se puede vivenciar nada, no
tenemos ninguna base de trabajo. La agresión, al contrario, hace que nos
sintamos mal con nosotros mismos; a veces nos pone tremendamente dogmáticos e
intolerantes, como si fuéramos los únicos que tienen razón, y otras veces nos
pone furiosos porque tenemos la sensación de que alguien nos quiere destruir.
Es algo patético que nos impide ver la bondad fundamental…..
Chögyam
Trungpa - “Dharma, Arte y Percepción Visual”
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